Durante
cinco años consecutivos Cuba registra una tasa de mortalidad
infantil por debajo de 5 por cada mil nacidos vivos, expresión del
índice del desarrollo humano alcanzado: en el 2008, 4,7; 2009, 4,8;
2010, 4,5; 2011, 4,9; y en el 2012, 4,6.
Este inobjetable éxito de la Salud Pública, que nos sitúa entre
los países de las Américas con la más baja tasa, se sustenta
fundamentalmente en la decisión y voluntad política del gobierno
revolucionario, que ha hecho realidad un Sistema Nacional de Salud
accesible y gratuito para todos los ciudadanos, y en el desarrollo
educacional.
También en la dedicación y calidad científica de los trabajadores
del sector, la integración de la atención primaria y el nivel
hospitalario, la existencia de los Hogares Maternos, la tecnología
incorporada a las neonatologías y terapias intensivas pediátricas,
la gran movilización social en tareas de promoción y prevención
sanitaria, y el derecho reproductivo de la mujer para elegir
libremente el número de hijos que desea tener.
Como
sabemos, la tasa de mortalidad infantil es un indicador demográfico
que señala el número de defunciones de niños durante el primer año
de vida, el más crítico en la supervivencia del ser humano, y es
empleado internacionalmente para medir de forma sintética la calidad
con que una sociedad atiende y protege a sus niños, su salud y
bienestar.
La provincia con la más baja tasa es Sancti Spíritus, con 2,8, y
otras cuatro logran indicadores por debajo de la media nacional de
4,6. Son ellas Artemisa, 3,8; Holguín y Cienfuegos con 3,9, y
Granma, 4,1.
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