martes, 18 de agosto de 2015

Cuando no alcanzan las palabras

A Yorkis Lambert Pérez  (en su úiltimo viaje) , compañero de trabajo en CMDX La Voz del Toa, quien, con su partida, nos dejó un profundo dolor.

Llevo horas buscando las palabras. Las imágenes saltan incontrolables en mi recuerdo, se agolpan, se desbocan, crecen hasta hacerse insoportables; y aún así, no encuentro las palabras. Me reconozco incapaz de lograr la descripción exacta. 

Sé que no podré atrapar entre líneas esa emoción que desata mis lágrimas, ese sentimiento punzante que asaeta mis sentidos desde la incredulidad y la nostalgia.



Eso es ¡aún no creo que te hayas ido! Me resisto a la idea y me aferro a la esperanza de que te encontraré otra vez sentado al volante, dispuesto a partir en busca de aventuras, a cualquier hora, en cualquier tiempo. Apretujados en el viejo y querido carro de las mil batallas donde siempre fue posible el milagro de convertir cuatro plazas en espacio para 10 pasajeros… o más. Te diré otra vez que voy a grabar tu memoria portable con nuevos temas para no tener que soportar las estridencias reguetoneras del momento y una vez más me mostrarás tus amplios dientes en una sonrisa infinita diciéndome: es música para no dormirme en la carretera. 

Hablaremos de mil temas, recordaremos aquellos festivales memorables de la radio y veré ese brillo que se encendía en tus ojos cuando soñábamos transmisiones remotas desde parajes lejanos.

O quizás esta vez te encuentre en el lobby de la emisora, o en una de las oficinas. De seguro estarás riendo, haciendo historias, regalando tu alegría y tu buen humor. O nos cruzaremos en alguno de los pasillos del hospital, atento como siempre a la salud de un familiar o un amigo, diligente, incansable. Te llamaré otra vez a la casa, a cualquier hora, por cualquier motivo, sabiendo que la respuesta será siempre: cuenta conmigo.

Prefiero tenerte ahí, en un futuro cercano y místico; que desprender los girones de la añoranza. Pero los recuerdos se arremolinan desordenados y llegan en olas incansables desde la memoria. Ahora fue aquel viaje remoto a Moa en una difunta ETZ: mi padre, tú y yo, tres jinetes sobre el viejo caballo. Y una década atrás llevaste a mi pequeña a conocer a su familia holguinera. Hace solo unos días me recordabas como, pequeñita, reía cuando nos sorprendía un bache en la incierta carretera. 

Compañero leal de las cruzadas de la radio en aquellas jornadas memorables desde Imías hasta Maisí, desde Barigua hasta Cayogüín, infatigable, dispuesto.

Contigo viajé confiada trepando por cuanta loma reclamó mis diligencias periodísticas y compartí largas travesías con la certeza de que tu presencia era garantía de seguro destino.

 Pero, mi inolvidable amigo, nada recuerdo más que ese viaje interminable que trajo a casa a mi hija convaleciente. Tan despacio para no causar la más mínima molestia a la paciente, que yo misma podría haber marchado a igual velocidad junto al carro; atento siempre a cada gesto que anticipara cualquier necesidad, cariñoso, solícito, amoroso cual hermano mayor.

Lo más sorprendente es que nada de impostado había en tu actitud. Era tan natural en ti como tomar aliento. Mis compañeros pueden contar historias semejantes. Cada una de las personas que te conocieron saben que fuiste hecho de una madera especial.

Podría parecer que, después de todo, encontré demasiadas palabras. Pero me parecen tan pobres, tan pocas, tan indignas de ti. Me saben a tristeza y yo quiero recordarte como eras, como eres, como seguirás siendo en ese rinconcito de mi corazón donde te quedas, aunque hayas emprendido ya el viaje hacia la eternidad.

EScrito por: Arelis Alba

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