Luis Estrada Hernández no leía a Vallejo cuando supo que hay golpes como el odio de Dios. Todo comenzó cuando a poco de nacer en el hospital de Bayamo su primer y único hijo lo reportaron de grave y al mes de ingresado le dijo un médico: “Te entrego un niño de cristal”.
El
padre no entendió qué le dijeron, pero infirió en un segundo que
estaría atado como nunca antes a la fragilidad humana. Su pequeño había
sufrido fracturas en las dos piernas y un brazo, quizás a consecuencia
de la osteogénesis imperfecta que sospechaban los galenos del caso.
Cuando el diagnóstico de la enfermedad se confirmó en un viaje de emergencia a La Habana y
se dijo que era severa, los especialistas mencionaron por primera vez
el término de manipulación gentil como recomendación de cuidado extremo.
El
desvelo de los progenitores por aquel paciente dura ya casi 18 años, un
tiempo en que traumas sicológicos, tristezas, compensación, alegría y
sueños han marcado la rutina de los días como fogonazos o estados
prolongados.
La ruta de Baracoa
En calle Camilo Cienfuegos, número 1, del reparto La Playa, Baracoa,
vivió hasta hace una semana Jorge Luis Estrada Peña, protagonista de
esta historia. “Estoy aquí”, dijo desde el cuarto de una nueva casa
cuando oyó preguntar por él, y esperó en una silla de rueda por el
visitante.
Luisito,
como le llaman todos, estaba rodeado de dibujos propios y usaba una
computadora. “Esto es lo que me gusta”, expresó luego, cuando sintió
confianza para añadir que hace solo días “abandonó” la cama en que
permaneció 14 meses acostado para evitar nuevas fracturas en su cuerpo,
cifradas en 87.
Residente en la Ciudad Primada
la mayor parte de su vida, el joven con tamaño de niño mostró una
inteligencia avanzada desde que se acompañó de la madre en el aula al
comenzar la enseñanza primaria hasta completar el noveno grado.
Con
derecho a estudiar Técnica en electrónica inició las clases en el
hogar, donde el paso de 11 profesores a diario se interrumpió cuando una
fractura en la cadera impidió que el alumno mantuviera la posición de
sentado. Fue el penúltimo de los cambios radicales en su vida.
Cambios esenciales
Quien
vea la destreza y dicha con que de Luisito usa la computadora pudiera
explicarse las habilidades que desarrolla una persona privada de
desarrollar las capacidades de alguien de existencia corriente.
“Aquí yo hago muchísimas cosas”, dice en referencia al ordenador donado por la Asociación Amigos de Baracoa, de Almuñécar, España, mientras demuestra lo aprendido con otros o mediante esfuerzo propio.
Otros
avances en conjunto obedecen a la entrega gratuita o priorizada por
parte del Estado de radio, televisor, lavadora, refrigerador, teléfono,
licuadora, aire acondicionado y colchón antiescara, más un apartamento
en Bohorque, Consejo Popular Cabacú, en sustitución de una vivienda ubicada en zona de inundación.
El
giro que significa habitar nueva morada en planta baja de un edificio
tiene a la familia con la sensación de haber logrado poco menos que todo
lo posible: “Ahora sí estamos bien”, expresa el hijo y sonríe.
Sentimientos comunes
En
los dibujos que ocupan a Luisito cuando alimenta uno de sus hobbys
abundan naturaleza muerta, autos, imágenes de archivo e interiores como
el de su antiguo inmueble, donde el desnivel del piso hacía inapropiado
el uso de una silla de ruedas recién adquirida.
Ahora
habla de la libertad de desplazarse como antes no podía, de la
presencia invariable de los amigos de siempre a su lado y del estímulo
de conversar con ellos sobre lo terrenal y lo divino “para no estar
fuera del mundo”.
También exhibe láminas suyas y habla del obsequio de alguna a Cándido Fabré, Juan Carlos Aleaga, Polo Montañez, dirigentes del Partido y el Gobierno de Guantánamo y Baracoa durante visitas a su domicilio.
El
joven tampoco oculta su fe de cristiano y confiesa que a diario, Biblia
en mano, pide a Dios lo que sus padres no oyen, pero que coincide con
el ruego de ellos de no faltarse unos a otros.
Un gracias a la vida
Desde
que en marzo de 1995 el niño de cristal nacido en Bayamo hiciera
fijarse al personal médico en un llanto fuera de lo normal al ser
cargado para amamantarlo, hasta la fecha, los dolores por quebrantos en
su anatomía incluyen dedos de pies, tibia, peroné, fémur, cadera, brazo y
clavícula.
Expuesto
a perennes complicaciones, Luisito es el caso más conocido de dos con
la misma enfermedad en Baracoa, donde, para un enfermo, los costos de la
atención de salud son el traslado a una institución cuando haga falta, y
los medicamentos.
Para
la familia Estrada-Peña la existencia es una constante comprobación de
retroceso, estabilidad y progreso en una situación en que lo emocional
puede curar tanto como el efecto de la mejor medicina.
De
momento, las jornadas compartidas son un gracias a la vida y un milagro
protegidos con la idea de que si el presente permite pensar en otro
día, el mañana puede parecer la bendición eterna.
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