La bahía de Taco,
ubicada en las inmediaciones costeras de la región montañosa de
Nibujón, en Baracoa, posee el ecosistema marino mejor conservado del
país, y en ella proliferan los mangles rojos, blancos y el patabán,
especies forestales cubanas que solo aquí existen bajo un mismo hábitat.
Este
sitio perdura como baluarte desafiante de las tempestades y el tiempo, y
es dueño de una naturaleza inigualable que aparece escondida entre dos
puntas en forma de isla.
Su posición geográfica se describe como una ensenada en forma de bolsa, ubicada al norte del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, y está bordeada por dos de las dieciséis restantes formaciones vegetales que conforman toda la región.
Por
la rica biodiversidad de plantum existentes en su fondo marino, el
manatí encuentra un refugio natural y gracias al cuidado de los
guardaparques que laboran en toda el área protegida, este mamífero
endémico cubano en peligro de extinción se conserva e incrementa su
especie.
Las
quietas aguas le sirven de pedestal a las atarazanas, ranchos de origen
indígena encujados con cuerdas de cupey y techados con pencas de guano,
donde los pescadores resguardan sus cayucas (embarcaciones rústicas)
del desgaste de la lluvia y el sol.
Durante
mucho tiempo la Bahía de Taco era sitio obligado para llegar a Baracoa,
pues formaba parte de la única vía de acceso que unía a este territorio
con el de Moa. A través de balsas que eran arrastradas por la
superficie mediante embarcaciones de motor, viajeros y peregrinos
navegaban sobre las tranquilas aguas para así acortar el trayecto hacia
el municipio vecino.
Por
testimonio de quienes se consideran testigos videntes de la misteriosa
luz que emerge y vuelve a desaparecer entre los farallones de Palmasola,
la elevación más alta que bordea la Bahía, se entreteje una majestuosa
leyenda que describe al sitio como misterioso refugio de tesoros aún
desconocidos, guardados aquí según los ancestros por piratas y
filibusteros.
Quizás
la farándula popular no esté lejos de la realidad, pues en los
alrededores se han encontrado restos de fósiles y vasijas indígenas, y
lozas de barro que denotan también la presencia de los colonizadores
españoles en la zona.
También
aquí acuatizaban los aviones de los primeros latifundistas de origen
norteamericano, quienes desde 1930 hasta 1945, se asentaron en la punta
del cayo, a un lado de la Bahía, y lograron montar un aserradero para
extraer cientos de metros cúbicos de madera preciosa, y exportarla hacia
los Estados Unidos.
A
pesar de ser un sitio encantador, muchos de los habitantes que hoy
peinan canas recuerdan cómo antes del triunfo revolucionario de 1959,
tenían que ganarse la vida extrayendo cortezas y troncos de mangles para
hacer carbón, como una de las pocas alternativas para subsistir.
Sin
embargo, la Revolución Cubana le dio empleo y muchas más opciones de
vida a quienes disfrutan del privilegio de haber nacido allí, donde
parece que el tiempo no pasa, y ahora las riquezas de flora y fauna que
posee esta bahía son conservadas como Patrimonio Mundial de la
Humanidad.
Como
mágica emerge la Bahía de Taco de un lugar donde el paraíso parece
haber descendido para dejar de ser un sueño. Así perdura, virgen y
cautiva entre verde y azul como hija pródiga de la madre naturaleza, de
quien heredó la hermosura y lo inmenso de todo un universo apretado en
sí misma. Genuina es entre todas, la legendaria bahía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario